
De una arquitectura polarizada he visitado en varias ocasiones el pueblo de Metepec en el Edo. de México, pero el lado viejo cautiva con sus calles que son adornadas por ese abanico de artesanias, el olor a barro y tejas suspendidas como si fueran las pestañas del sol que cubren mis pasos, sus casas con toques de un México en un rehilete de folklor guardando las tradiciones me susurran para que descubra sus rincones.
Como si fuese un cuadro de Frida Khalo, coqueteandome con llamativos colores descubri la Gastrofonda Molli, escondida detrás de ese zaguan que timidamente y sin aromas me distrajo, entrar a conocerla es como querer probar las sandias que Tamayo coloreaba con tanto ahinco y recorrerlo con la mirada es como recordar las visitas a la casa de mi abuela sin poder tocar nada.
De decoracion sencilla y 100 % Mexicana, listones de colores, yute , ornamentos de barro y madera el contorno de ese zaguan pareciera un espacio para respirar ese nacionalismo que con nostalgia se difumina en un pasado que solo permanecera en imagenes.
Gastrofonda Molli no sirve solo comida tradicional, pedir el menú del dia solo es el comienzo de una galeria de arte con tintes de Velasco y Rivera mientras sus postres son tan sutiles como los rebozos de Frida. sus sabores son tan tersos que pausas eternamente cada bocado para no volver olvidar su sabor.
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